En un mundo lleno de sabores y secretos culinarios, hay un ingrediente que sin pretensiones se ha erigido como testigo silencioso de la evolución de la humanidad a lo largo de los siglos: la sal. Conformada por cloro y sodio, esta pequeña pero poderosa sustancia ha trascendido su papel  como simple condimento en la mesa; y se ha convertido en un tesoro codiciado, un símbolo de prosperidad y un aliado en la conservación de alimentos.
 Desde la época del Imperio Romano, la sal era considerada un tesoro tan valioso que derramarla se interpretaba como un mal augurio. Este mineral, tan abundante en la tierra, se convirtió en un bien preciado desde tiempos antiguos, siendo incluso utilizado como moneda de intercambio y como impuesto en la Roma antigua. De hecho, la palabra "salario" de etimología latina para sal, tiene sus raíces en el pago que se le realizaba a los soldados y funcionarios públicos romanos.
Así como en otras religiones, el valor simbólico de la sal  ocupaba un lugar en el cristianismo. Cristo se dirigió a sus apóstoles como "la sal de la tierra". ¿Por qué este curioso símil? Se creía que la sal tenía el poder de combatir la corrupción del pecado y preservar los alimentos de la descomposición. Esta noción se describe avidamente en la obra de  la Última Cena. La importancia simbólica de la sal se ve reflejada de manera visual en la icónica obra de Da Vinci, "La Última Cena", donde Judas derrama un salero sobre la mesa. Esta representación refuerza la creencia de que la sal está estrechamente relacionada con la fortuna y la prosperidad, elementos fundamentales en la cosmovisión de la época. 

Pero la sal no solo ha sido protagonista en la historia de la humanidad, sino que también ha sido esencial en la conservación de alimentos. ¿Quién no ha disfrutado de un delicioso pescado con incrustaciones de sal, con ese sabor único que solo la sal puede aportar? Y no olvidemos los platos preparados "a la sal", donde la sal gruesa marina crea una costra que retiene la jugosidad de la comida, demostrando que la sal  realza sabores.

En el ámbito de la gastronomía, la sal es el gran potenciador, capaz de elevar los platos de ordinarios a extraordinarios. Los chefs lo veneran por su capacidad para desbloquear y amplificar sabores, creando una sinfonía en el paladar. Desde las delicadas escamas de la sal marina Maldon hasta los ricos matices ahumados de la sal rosa del Himalaya, cada variedad aporta su propio carácter único al escenario culinario.

Pero, ¿cómo llega la sal a nuestras mesas en la actualidad? La producción de sal se basa en métodos antiguos y modernos, desde la evaporación del agua de mar hasta la extracción de formaciones de sal rocosa dentro de la tierra. ¿Sabías que el  3,5% de los océanos del mundo son sal?. En las bahías poco profundas  que se evaporan por el sol pueden formarse cristales de sal, que luego serán recolectados por los salineros. Este proceso natural es el más antiguo ya que en la actualidad existen otros procesos donde se usan estanques de evaporación.  La producción de sal, va seguida de un proceso de refinado donde se eliminan las impurezas antes de su consumo y se obtiene la sal pura; lista para potenciar el aroma y textura a tus platos favoritos.
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